Cuando compré mi primer sofá, hace ya algunos años, pensé que ese era mi rito de iniciación en la edad adulta.
Era nuevo flamante, me costó un sueldo completo y resultó ser un sofá perfecto, lo que significaba que dos adultos podían tumbarse cómodamente mientras veían películas. Realmente era un sofá fantástico, no me melinterpretéi...
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