Canta una mocina al borde del acantilado: «Dulce es vivir en la mía aldea querida». Su voz se la lleva el viento del Cantábrico, contra el que luchan gaviotas al atardecer. Desde los prados floridos otro canto le contesta: «Bosques y arroyos murmuradores guardáis secretos, tiernos amores…» Suena el eco de una gaita. El roce […]
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